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Un Toque de Sensibilidad en Tiempos de Pandemia

En tiempos de pandemia en que los hospitales alrededor del mundo están implementando política en que las familias de los enfermos de COVID 19 tienen acceso restringido en un intento de conservar el equipo de cuidado y poder aislar la propagación de la enfermedad a la comunidad. El presente caso, ilustra como un hospital sobrepuso las barreras de una pandemia, para poner los valores familiares innegables en una situación casi insalvable.

En los meses de invierno existe una migración de las personas que viven en los estados del norte de Estados Unidos, a los estados sureños especialmente Florida, por sus condiciones tibias y siendo el único estado en donde no nieva haciendo Florida un lugar ideal para las personas mayores.

En octubre 8 de 2020, Jim con 68 años de edad fue a la emergencia de uno de los hospitales de Florida central, con gran esfuerzo al caminar y con una temperatura de 102 grados Fahrenheit, mientras su esposa June esperaba en el carro. Sin imaginarse que esta sería la última vez que vería a su esposo en treinta y seis días. Un examen de rayos X mostro que Jim tenia una doble pulmonía, y que los síntomas parecían agravarse rápidamente. Después de una espera de tres horas una enfermera informo a June que no podría ver a su esposo y que mas bien ella tenia que irse a su casa y hacer cuarentena pues Jim era positivo para COVID 19. Le dieron el número de teléfono al que ella podía comunicarse para saber de su esposo. Ella no podía creer que le estuviera pasando esto.

Durante el transcurso de la noche June recibió varias llamadas informándole que su esposo se encontraba en la unidad de COVID y que se le estaba administrando oxigeno pero que su condición deterioraba y que podría ser trasladado a la unidad de intensivos y ser entubado. Dos horas mas tarde antes de ser entubado Jim hablo con su esposa para notificarle la eminente entubación y despedirse con un “te quiero”, como siempre lo hacían al final de una llamada. El proceso fue largo pero Jane se comunico por lo menos cuatro veces al día con las enfermeras de intensivo. Los hospitales tienen restricciones de visita, a menos que sea por el final de la vida o el nacimiento de un bebe. La parte mas dura para Jane fue no poder ver a su esposo, ni hablarle, ni poder visitarlo y estar a su lado.

Jane escribió en un diario cada vez que las enfermeras o el doctor se comunicaba con ella, esto fue crucial para poder compartir su historia con todos sus familiares. Jim tuvo muchos altos y bajos durante los treinta y seis días de su estadía en el hospital, un día mejoraba y el otro empeoraba y el medico le daba animo diciéndole “recuerda esto es una maratón no una carrera de velocidad”. En la noche del 18 de octubre Jim dejo de respirar debido a un tapón de mucosidad y hubo que resucitarlo, esto ocurrió varias veces, y cada vez June era informada de la situación…Ella pensó varias veces en correr al lado del hombre de toda su vida, pero sabia que no la dejarían. En octubre 31, la condición de Jim empeoro y mostraba síntomas del fallo de órganos, el grupo de intensivo batallaba día y noche por mantenerlo con vida, incluso manteniéndolo decúbito supina (boca abajo) para mejorar su respiración, el pronóstico era reservado, según le dijeron a June.

La persona encargada de abogar por los pacientes llamo a June para preguntarle que podía hacer por ella en estos momentos tan difíciles, lo único que June pudo hacer es pedirle que le permitiera llegar donde su esposo y decirle que sus hijos y nietos estaban bien y que siguiera luchando para volver a verlos. Sus deseos fueron llevados hacia el liderazgo del hospital, y como una causa humanitaria se le permitió llegar a la cama donde yacía su esposo moribundo. Le pusieron una bata permeable, guantes, una máscara N-95 y una pantalla en la cara, luego, tomo a su esposo de la mano y le hablo por largo tiempo recapitulando su vida juntos, leyéndole cada una de las notas enviadas por sus hijos y nietos, le canto sus canciones favoritas, y manteniendo la calma le dijo al oído que valía la pena seguir luchando por su vida. June dejo a su esposo para que le pusieran en diálisis ya que sus riñones no funcionaban propiamente. June agradeció al grupo que trabajaba por mantener a su esposo con vida 24 horas al día, y se marchó sintiéndose mejor.

La encargada de abogar por los pacientes sabía que estaba haciendo lo correcto poniendo el lado humano antes que las reglas de una pandemia en un hospital, después de todo parecía que la condición de Jim empeoraba notablemente y era el momento del fin de la vida.

La condición de Jim empezó a mejorar, y el grupo de intensivos utilizo “la presencia” de la familia en vez de visitación como medio para mejorar su salud. El hospital empezó a ofrecer visitas usando Zoom haciéndolas mas frecuentes y trayendo a los hijos y nietos, trayendo fotos y haciendo bromas que conectaron con otros miembros de intensivos, dándole a Jim un carácter de persona y no de paciente. ¡Un día June se dio cuenta que Jim ya no estaba entubado y que le sonreía a la cámara, ese fue el día más maravilloso!

Una semana mas tarde y después de varias resucitaciones, entubaciones, diálisis, transfusiones, interminables tests, COVID 19 dio negativo, Jim estaba en la ruta de restablecimiento y fue enviado a un centro de rehabilitación. Para Navidad Jim fue dado de alta y celebro con June y vio a sus hijos y nietos por Zoom, hubo cantos y lágrimas de alegría. Para June las últimas cinco semanas habían sido los momentos mas obscuros de su vida, pero la batalla se había ganado gracias al grupo de trabajadores de la salud quienes incansablemente trabajaron para salvar la vida a su esposo.

La intervención en el momento preciso de la encargada de abogar por los pacientes ejemplifica lo que la pandemia ha significado para el paciente, la familia, amistades y comunidad. La importancia de unir seres que se aman para luchar conjuntamente utilizando la tecnología como medio de enlazamiento entre la familia y el grupo de salud que demuestra compasión y pone a la familia como el centro de la salud. COVID nos ha demostrado que es una “maratón no una carrera de velocidad”.


Carolina Guillen


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